El Partido Laborista británico obtuvo una victoria contundente en las elecciones parlamentarias celebradas este jueves en Reino Unido, con su líder, Keir Starmer, convirtiéndose en primer ministro.
Según los resultados, los laboristas consiguieron 412 escaños, frente a los 121 del Partido Conservador. Este es el peor resultado en la historia moderna para los conservadores, también conocidos como los «tories».
Para lograr una mayoría sin necesidad de coaliciones, se necesitan 326 de los 650 escaños del Parlamento británico.
Starmer, de 61 años, asumió el cargo este viernes, reemplazando al conservador Rishi Sunak como jefe del gobierno, después de recibir el encargo del rey Carlos III.
En el sistema parlamentario del Reino Unido, a diferencia de los sistemas presidencialistas de América Latina, el líder del partido que obtiene la mayoría de escaños en el Parlamento se convierte en primer ministro.
Al recibir su triunfo en su circunscripción, Starmer declaró: «La gente de aquí y de todo el país ha hablado y está preparada para el cambio, para la política de resultados, para volver a la política como servicio público. Ustedes votaron. Es hora de que nosotros cumplamos lo prometido».
A las 5:00 am del viernes (hora de Londres, GMT+1), cuando se confirmó la mayoría absoluta laborista, Starmer agradeció a sus votantes desde el centro de Londres, afirmando: «El cambio comienza ahora». Aseguró que el renovado Partido Laborista está listo para servir al Reino Unido.
El Partido Laborista logró una arrolladora victoria en las elecciones de 2024, con 211 escaños más que en 2019, superando la mayoría necesaria para gobernar en solitario en la Cámara de los Comunes.
Tras reunirse este viernes con el rey, Starmer se dirigió al 10 de Downing Street, donde ofreció su primer discurso como primer ministro: «Nuestro trabajo es urgente y comienza hoy», prometiendo un «reinicio» y una «renovación nacional».
Ante numerosos simpatizantes, Starmer garantizó que su administración tratará a todos los británicos por igual y con respeto. «Nos ha dado un mandato claro y lo utilizaremos para lograr cambios», indicó, enfatizando su prioridad de reconstruir «ladrillo por ladrillo la infraestructura para las oportunidades».
Consciente de que su elección no despierta el mismo entusiasmo que la llegada al poder de Tony Blair hace casi tres décadas, Starmer prometió trabajar para demostrar que «la política puede ser una fuerza para el bien».
Los sondeos de la encuestadora YouGov revelan que solo el 27% de los británicos confían en su nuevo mandatario, mientras que el 49% asegura que no tiene claro qué defiende el político.
Starmer elogió a su predecesor, Rishi Sunak, el primer gobernante del país descendiente de indios, un hecho que subrayó como significativo.
La primera decisión de Starmer fue nombrar a dos mujeres en su gabinete: Angela Rayner como vice primera ministra y Rachel Reeves como ministra de Finanzas.
Antes de dejar su puesto, Sunak reconoció el triunfo laborista y asumió la responsabilidad por la derrota de su partido. «Lo siento», comenzó su último discurso como jefe del gobierno en Downing Street, asumiendo la responsabilidad por la derrota y escuchando la molestia y decepción del electorado.
Sunak se mostró orgulloso de sus logros en 20 meses de mandato, destacando la vuelta de la inflación al objetivo, la caída de las tasas de interés y el regreso del crecimiento. Afirmó que el país es más seguro, fuerte y próspero que en 2010.
La derrota de los «tories» se agravó con la pérdida de escaños de varios miembros del gobierno conservador, incluidos el ministro de Defensa Grant Shapps y el de Justicia Alex Chalk. Tampoco fue reelegida la ex primera ministra Liz Truss.
Truss admitió que su partido no cumplió suficientemente con las políticas deseadas por la gente, como mantener bajos los impuestos y reducir la inmigración.
Sunak, a diferencia de su campaña, elogió a su sucesor y le deseó suerte, calificándolo como «un hombre decente».
Los laboristas regresaron al poder después de 14 años de gobiernos conservadores, superando la mayoría necesaria en la Cámara de los Comunes para gobernar en solitario.
Estas elecciones significaron el colapso de los «tories» tras su victoria histórica en los comicios de diciembre de 2019 con Boris Johnson, que fue el mejor resultado del Partido Conservador desde 1987 con Margaret Thatcher.
El Partido Conservador obtuvo aproximadamente el 23,7% de los votos, casi un 20% menos que en 2019. Los laboristas, en cambio, obtuvieron alrededor del 33,7% de los votos.
Starmer llega al poder cuatro años después de ser elegido para suceder al izquierdista Jeremy Corbyn como líder del Partido Laborista. Anteriormente fue abogado de derechos humanos y director del Ministerio Público.
Los liberales demócratas obtuvieron 71 escaños, los nacionalistas escoceses del SNP 9, los populistas de derecha de Reform UK 4 y los nacionalistas galeses de Plaid Cymru también 4.
Para los liberales demócratas, los resultados son un gran aumento respecto a las elecciones de 2019, cuando solo obtuvieron 11 escaños. El líder Ed Davey señaló que su partido está listo para lograr su «mejor resultado en un siglo» con una campaña poco ortodoxa.
El SNP sufrió un golpe fuerte, pasando de 38 escaños en 2019 a 9, con los laboristas ganando terreno en Escocia, donde aumentaron de 1 a 37 escaños.
A pesar de los esfuerzos de Sunak, los conservadores no lograron revertir la derrota anticipada por las encuestas desde hacía más de un año. Los expertos culpan en parte al populista Reform UK, que obtuvo el 14,5% de los votos a nivel nacional, costando a los conservadores decenas de escaños.
Las encuestas ya vaticinaban una abultada victoria laborista, con una campaña centrada en el «cambio» en un momento de problemas económicos y sociales importantes.
Los votantes del Reino Unido acudieron a las urnas con una sensación de estancamiento económico, agravada por la alta inflación y las dificultades del sistema de salud público, el NHS, además del número récord de migrantes.
Las elecciones se adelantaron a enero de 2025, originalmente previstas para diciembre de 2019, debido a las circunstancias «inciertas» como la guerra en Ucrania y la inflación, que llevaron a Sunak a convocarlas anticipadamente bajo presión de su entorno político.