El presidente ruso Vladimir Putin confirmó su visita a Corea del Norte para el próximo martes, respondiendo a la invitación del líder norcoreano Kim Jong Un, después de que su famoso tren verde recorriera el Lejano Oriente de Rusia el año pasado. La visita, descrita por el Kremlin como una «visita de Estado amistosa», suscita preguntas sobre los acuerdos y las implicaciones para la guerra en Ucrania, así como sobre la relación entre ambos países y su desafío a Occidente.
Será solo la segunda vez que Putin visite Corea del Norte, la primera fue en el año 2000 cuando Kim Jong-Il, padre del actual líder, estaba en el poder. Ahora, la relación entre Rusia y Corea del Norte, aunque no alcanza los niveles de la era soviética, ha evolucionado hacia beneficios mutuos, preocupando a Occidente.
El Kremlin ha mencionado que hay margen para «relaciones muy profundas» entre ambos países y ha advertido a quienes cuestionen estos vínculos. Se especula que Rusia busca municiones, trabajadores de construcción y voluntarios para la guerra en Ucrania, mientras que Corea del Norte podría recibir productos rusos y asistencia tecnológica para su programa de misiles de largo alcance.
Recientemente, Corea del Sur informó que Corea del Norte ha enviado casi cinco millones de proyectiles de artillería a Rusia, destacando la importancia de esta alianza para Rusia, que busca contrarrestar las sanciones y mantener su esfuerzo bélico en Ucrania. Rusia y Corea del Norte, ambos bajo fuertes sanciones, encuentran en su cooperación un alivio mutuo frente al aislamiento internacional.
La visita también refuerza la postura desafiante de Putin ante Occidente, mostrando su capacidad para forjar nuevas relaciones y acuerdos a pesar de las sanciones. Esta movida diplomática también refuerza sus lazos con otros países sancionados, como Irán y Zimbabue, alineándose con aquellos que comparten su visión de un «mundo multipolar» en oposición al dominio occidental.
Finalmente, la visita de Putin a Pyongyang no solo simboliza un desafío directo a las sanciones y políticas occidentales, sino también un esfuerzo por consolidar una red de aliados que comparten su desdén por el orden global liderado por Estados Unidos.