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Soldados y vehículos militares tomaron temporalmente el control de la Plaza Murillo en La Paz y accedieron al Palacio Quemado, la antigua sede del gobierno, liderados por el general destituido Juan José Zúñiga. El presidente Arce, rodeado de su gabinete, emitió un discurso televisado llamando a la movilización popular contra lo que describió como un intento golpista.
Tras la intervención del presidente, los militares comenzaron a retirarse de la plaza. Arce designó nuevos jefes militares y ordenó el regreso de las tropas a sus unidades. Posteriormente, agradeció a los ciudadanos por su apoyo desde el balcón presidencial.
La situación escaló con la emisión de una orden de aprehensión contra Zúñiga, quien fue detenido y acusó a Arce de planificar un «autogolpe» para aumentar su popularidad. Las acciones fueron condenadas internacionalmente por varios líderes latinoamericanos, quienes expresaron su apoyo a la democracia en Bolivia y repudiaron el intento de golpe.
La CELAC convocó a una condena regional al incidente, subrayando el apoyo a la democracia boliviana frente a los eventos recientes.