Al menos 45 civiles murieron en una serie de ataques la semana pasada en la conflictiva provincia de Kivu Norte, en la República Democrática del Congo. Décadas de luchas entre grupos armados por los lucrativos depósitos de oro y minerales han devastado la región, obligando a millones de personas a abandonar sus hogares.
El gobierno congoleño no ha confirmado quién fue el responsable de los asesinatos, pero múltiples fuentes locales atribuyen la violencia a las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), un grupo vinculado al Estado Islámico. Los atacantes asaltaron varias aldeas en los alrededores de la ciudad de Beni, provocando el desplazamiento de numerosos habitantes.
Los informes indican que Mamove fue el distrito más afectado, con varias casas incendiadas y motocicletas robadas. «El número de fallecidos podría aumentar a medida que continúa la búsqueda y la población huye hacia zonas más seguras», declaró Leon Siviwe, líder administrativo de Beni, a la agencia de noticias AFP.
El ADF se formó en la década de 1990 en el este de Uganda y tomó las armas contra el presidente Yoweri Museveni, alegando persecución gubernamental de musulmanes. Se cree que su alianza con el Estado Islámico comenzó hace unos seis años, aunque los analistas consideran que estos vínculos son débiles. Una publicación en línea del Estado Islámico afirmó que uno de los ataques en Kivu del Norte tuvo como objetivo a cristianos.
Desde 2021, fuerzas militares de Uganda y el Congo han llevado a cabo operaciones conjuntas contra los rebeldes de las ADF, sin lograr detener los ataques contra civiles. Además, otro grupo rebelde, el M23, ha reanudado recientemente su letal campaña en el este del país, arrebatando territorio a las fuerzas gubernamentales. Se cree que Ruanda respalda al M23, aunque Kigali lo niega vehementemente.
