En un auditorio a medio llenar y con una mampara que ocultaba la parte superior del recinto, Alejandro Moreno logró su reelección como presidente del PRI, un partido en declive y con perspectivas inciertas. La ceremonia de toma de protesta para el período 2024-2028, a la que asistieron apenas 448 consejeros del Consejo Político Nacional, fue descrita como una «farsa» por expresidentes como Dulce María Sauri, Enrique Ochoa y Pedro Joaquín Coldwell.
Moreno, conocido como «Alito», se jactó de haber obtenido casi el 98% de los votos, a pesar de que solo 440 miembros votaron a su favor. La participación fue baja, y de los 600 consejeros que podrían haber votado, solo lo hicieron 448, incluyendo ocho que optaron por la diputada veracruzana Lorena Piñón. Los coordinadores parlamentarios, como Rubén Moreira y Manuel Añorve, también apoyaron a Moreno.
En contraste con su primera elección hace cuatro años, cuando ganó con casi dos millones de votos, esta vez no llegó ni a 500 votos de consejeros. El evento se llevó a cabo en un auditorio «Plutarco Elías Calles» remodelado, pero notablemente desprovisto de exgobernadores y líderes de la CTM, CNOP y CNC. La senadora Beatriz Paredes, una de las figuras más prominentes del PRI, no asistió.
Augusto Gómez Villanueva, un veterano cenecista, fue el encargado de tomarle protesta a Moreno, destacando que era la primera vez que tenía el honor de realizar tal ceremonia. Gómez Villanueva recordó las crisis que han enfrentado los presidentes del PRI a lo largo de los años, desde Alfonso Corona del Rosal hasta la actualidad.
En su discurso, Moreno defendió la legitimidad de su reelección, comparando el proceso actual con el anterior, en el que él y Carolina Viggiano obtuvieron cerca de dos millones de votos. Reconoció que el PRI ha perdido terreno y apoyo popular, y actualmente solo gobierna en Coahuila y Durango, pero insistió en que el partido no debe rendirse ante el pesimismo.