La sequía afecta profundamente al Lago de Arareko, donde más del 50% de su superficie se ha secado debido a la falta de lluvias.
María Celia González, residente y artesana de San Ignacio de Arareko, señala que el lago comenzó a secarse el año pasado y desde entonces las precipitaciones han sido insuficientes. Anteriormente, el lago era un destino turístico popular para paseos en lancha, natación y triatlones, pero ahora la afluencia de visitantes ha disminuido drásticamente. La actividad económica que generaba, principalmente a través de la venta de artesanías locales, ha sido severamente afectada.
Actualmente, el lago se presenta dividido en tres partes: una porción central con algo de agua, aunque en niveles muy bajos, una sección completamente seca con tierra agrietada, y una parte trasera que apenas conserva un pequeño charco debido a la escasez de agua.
María Celia recuerda con nostalgia los días en que la pesca era común y las aves migratorias llenaban el cielo, contrastando con la realidad actual de un entorno seco y desolado, donde solo algunos patos y animales delgados deambulan por la zona en busca de comida y agua.
El ingeniero Humberto Molinas Hernández explica que un estudio reciente reveló que los últimos dos años han carecido de recargas de agua significativas, exacerbadas por temperaturas extremas que aceleran la evaporación.
El Lago de Arareko, construido en los años setenta por la comunidad del ejido de Arareko, solía recibir agua de las precipitaciones y los arroyos de los cerros circundantes, pero ahora sufre una reducción drástica en longitud y superficie, afectando gravemente al turismo local y al ecosistema circundante.
La sequía también ha dejado su marca en el bosque circundante, donde la vegetación se ha marchitado y los incendios forestales son cada vez más frecuentes. Los residentes locales, como las mujeres de Machogueachi, lamentan la falta de lluvias que ha afectado la producción de alimentos y la flora medicinal que dependen del agua para sobrevivir.
En resumen, la sequía en el Lago de Arareko no solo amenaza el turismo y la economía local, sino que también pone en peligro el equilibrio ecológico de toda la región, dejando a los habitantes locales enfrentando una realidad desoladora y buscando esperanza en las esperadas lluvias de la temporada.